Entre parpadeo y parpadeo

amorpsique

Y tengo que perdonarte, entre parpadeo y parpadeo, por ser tan idiota de no reconocerme ni reconocerte. Por perderte entre grietas oscuras y caminos llenos de una absurdidad que lo envuelve todo. Por dejar que te resbalen segundos fundamentales entre las manos. Por ser un ser de agua. Por situarte en el confín delimitador en un frágil equilibrio y no traspasarlo. Te miro para perderme en tu oscuro abismo y encuentro. Te encuentro. En ese fulgor permanente, que te induce a explorar, a gritar, a empujar, a impresionar, a llorar, a acarrear, a reír, a andar sin principio ni fin, caminar, buscar, amar, retroceder y volver a empezar. Una vez más, volver a empezar de nuevo, hasta que me reconozcas, me vivas, me sueñes por ser un ser de agua que se pierde por grietas oscuras y deja caer segundos mantenidos, en frágil equilibrio, entre los confines que imaginas y, por ello, no tengas que perdonarme.

Baldosas azules

Recorro baldosas azules. Geografío el espacio y en bucle rodeo la columna gris con la pretensión de dibujar una espiral. Entreveo dos o tres infinitos fijados en sigiloso silencio en mi cuerpo, cosmogonía en movimiento, se ubican en la misma  paradoja de siempre. Interpelada sin palabras, advierto una pequeña vibración, sin nombre, viviendo en el esternón. Lentamente empieza a agitarse en trayectoria errante, asciende y desciende removiéndolo todo, hasta llegar a los rincones sin memoria. Despoblada de absolutos, se inicia la revolución entre los entresijos taciturnos y la materia se desploma, cae deshecha al pavimento y desaparezco. Y aún así me miras.

Tú o yo

haluros de plata

Vaivén de los pliegues del tiempo,
te miro desde el rincón de quejas.
Te miro.
Inerte, estéril, sinsentido. ¿Tú o yo?

Del blanco radiante han huido los colores,
vacío negro nos acoge,
sosteniéndonos en la línea imaginaria que nos une.

¿nos une?

Mi mano se cierra contra sí misma,
en gesto de repliegue vital que encierra
en su sí, mi adiós.

Por miedo a la falsa evocación del desamparo
mis pestañas caen invocando al recuerdo,
no hay señal,
no hay puerta.
Se cierra la ventana.

Sinsentido, estéril, inerte.

Tú o yo.

Pliegues blancos

textura m

Descansan tus pestañas apoyadas en mi almohada y te observo mientras duermes. Alegremente transito entre las horas, que desde tu llegada se han instalado en casa. No transcurren los minutos, capturados por tu sonrisa nos contemplan quietos, atentos, con el leve rubor de la extrañeza. No esperaban tu entrada y, como yo, han sido sorprendidos en la medianoche de los sueños. El tiempo ha quedado detenido, suspendido en la burbuja, recogido entre los pliegues del blanco que nos acoge un día más.

Todo son flores a mi alrededor

floresenmivida

Es mi cumpleaños y la casa se llena de flores, como si de un signo se tratara todo va brotando a mi alrededor. Con la mirada cegada en negro me dejo llevar de las manos, recorro un tiempo oscuro, un espacio imaginado y me conducen hacia el calor de un hogar que se llena de risas, afecto y sorpresa. Tengo 40 años, una casa que me acoge y sonríe cuando llego, las plantas que crecen felices; los pinceles que relajadamente se han instalado en el comedor; hojas en blanco deseosas de escribir; una cámara que captura imágenes y se entiende con un ordenador para narrar historias; unas cuantas propuestas, proyectos e ideas, decentes e indecentes, que salen por la puerta abierta para recorrer espacios y personas. Todo a punto en la maleta para iniciar una nueva década. Bienvenida.

Emerges

menade

Ciclos de repetición. Sigue siendo ese noviembre extraño que me interpela en signos, como descuidados, como aquella persona que te mira de reojo, que te mira, aunque sea sólo por qué no hay nadie más a quien mirar. Estás despoblada en el corazón del mar. No es brava, pero te encuentras en esa agua convertida en magma y sientes un calor devorador que te incita al apocalipsis de ti misma. Te invita a abrir una puerta, a cruzar ese umbral, a creer en la línea que te separa de aquello que desconoces y, sin embargo, sabes tan cercano a ti. Casi puedes dibujar la geometría encerrada entre sus paredes, casi puedes sentir su textura, ver su color y, en ese casi, se escapa un aliento observando el magma espeso. Estás sola en medio de la mar, conduciendo el barco que te lleva al mes insólito, sorprendente, en el que desconoces signos, interpelas espacios, creas líneas y vistes de un rojo espeso entre la nada rebosante de fórmulas matemáticas cuyo infinito te desmonta. Miras. Te desvistes de aritméticas, de cálculos, de las ciencias exactas que te explican, dejas de repetirte. Emerges, sobresale la quilla de la nave guía. No ves y, sin embargo, tu desnudez se ha convertido en viento.

Noviembre

Noviembre es extraño. Invariablemente, año tras año, me contempla entre las hojas caídas, fisga entre mis rincones buscando todo aquello que no encuentro. Yo le miro, pretendiendo entender, procurando escapar de su mirada expectante. El color rojo, pintando los pétalos por donde camino. Noviembre es extraño. Sentada, oigo el motor parado, contengo el agua y miro al cielo, como si en ese gesto pudiese evaporar el peso de las arterias que se alarga unos metros al sur. Se mueve, las luces azules anuncian el despegue, se abren pequeñas compuertas que dejan algo más que lluvia en la tierra, que en otoño, se convierte en oro. Hoy soy noviembre.

Yo trajino

Salgo al balcón, el mundo trajina, siempre me ha gustado el término trajinar. Verbo enunciado por mi madre desde mi niñez, ella siempre trajina. Moverse, mover los espacios, de derecha a izquierda, de arriba abajo. Removerlo todo, una y otra vez, hasta mirarlo todo en éxtasis. Era así como tenía que estar. Y en ese estar, miles de mariposas pasan sonriendo a mi alrededor e invaden mis espacios. Entre tanta mudanza, a veces deseo residir en un espacio inmutable, a veces pienso en parar, en quedarme quieta, como esperando que el planeta gire sin mi presencia. Esconderme en ese rincón, de esquinas blancas, aguardando que el tiempo me encierre en su burbuja. Pero.. sé donde están los alfileres, sí, en esa cajita roja. Me acerco lentamente, prendo uno y la burbuja se deshace en millones de gotas de agua que invaden el resguardo y riegan la planta que crece feliz a mi lado, en esa casa donde sé que puedo trajinarlo todo.

Y si me preguntas…

ariadna

Y si me preguntas, quizás no tenga respuesta. ¿Cómo le explico que no pasa nada? Y si me preguntas, puedo responderte que somos cuerpo, inevitablemente, y puede que, además, no haya explicaciones posibles en la ausencia. No razona o, quizás comprende demasiado y no llegamos a entenderlo. Me miro al espejo para cerciorarme de que soy yo. Sí, es evidente que hay unos ojos oscuros que me miran, unos ojos que todavía se sorprenden a sí mismos, de vez en cuando. Soy yo, sí, y por ello sigo intentado encontrar palabras que definan, argumenten, analicen, deduzcan, localicen, posicionen, sitúen inundaciones acuosas en su justa medida. Sí, es un dolor, pero .. no es físico. Otro intento, este visual, el cuerpo fragmentado en piezas, las has ido colocando, pacientemente, las que has encontrado en el camino, las que te ofrecieron generosamente, las que has fabricado con perseverancia, son muchas. Una de las valiosas piezas que te han conformado, la de color, bueno.. no sé, en realidad podría ser de cualquier color, no hacen falta tantos detalles. O sí, la pieza de color sofá, con matices de ese blanco humo. Sí, también tiene algo de rosa cortina, que siempre combina con todo. No sé si también algo del tremendo marrón (en todas sus tonalidades), siempre está presente, aún no sé porqué. La pieza coloreada se deshace y se convierte en hilo, de colores, un hilo que puede estirarse hasta el infinito. Y una mano, que no es mano, lo estira.. empieza el deshilado, paulatino, pausado, la pieza se va deshaciendo y sientes el vacío. ¿Dónde está? Y en tu empeño, sigues la hebra.. miras el hueco, adviertes todo lo que contiene la carencia, el cuerpo tiene memoria. Sigues la hebra.. y todos los colores y las palabras te empiezan a relatar su historia. Los escuchas y por fin ese cuerpo que somos, sonríe. No has perdido nada me digo en ensalmo. Y sientes en tu ombligo, un filamento de colores. Y si me preguntas, sigo sin respuesta… pero seguiré la fibra irisada.

Despierta en tu ausencia

soldemedianoche

Despierta en tu ausencia indago,

entre los ensueños.

Exploro interrogantes calmando
un seno vacío.

Situada en mitad de tu ciudad, avisto momentos en fuga,
congojas licuadas en sal y disoluciones
pasadas.
Situado en mitad de mi ciudad, avenidas de palabras calmas,
encienden sus luces, en blanco y negro,
a veces.

Percibo las palmas,
emplazada en mi misma, miro hacía el centro
que volveré a colonizar,
quizá mañana mismo.