menade

Emerges

Ciclos de repetición. Sigue siendo ese noviembre extraño que me interpela en signos, como descuidados, como aquella persona que te mira de reojo, que te mira, aunque sea sólo por qué no hay nadie más a quien mirar. Estás despoblada en el corazón del mar. No es brava, pero te encuentras en esa agua convertida en magma y sientes un calor devorador que te incita al apocalipsis de ti misma. Te invita a abrir una puerta, a cruzar ese umbral, a creer en la línea que te separa de aquello que desconoces y, sin embargo, sabes tan cercano a ti. Casi puedes dibujar la geometría encerrada entre sus paredes, casi puedes sentir su textura, ver su color y, en ese casi, se escapa un aliento observando el magma espeso. Estás sola en medio de la mar, conduciendo el barco que te lleva al mes insólito, sorprendente, en el que desconoces signos, interpelas espacios, creas líneas y vistes de un rojo espeso entre la nada rebosante de fórmulas matemáticas cuyo infinito te desmonta. Miras. Te desvistes de aritméticas, de cálculos, de las ciencias exactas que te explican, dejas de repetirte. Emerges, sobresale la quilla de la nave guía. No ves y, sin embargo, tu desnudez se ha convertido en viento.