Descansan tus pestañas apoyadas en mi almohada y te observo mientras duermes. Alegremente transito entre las horas, que desde tu llegada se han instalado en casa. No transcurren los minutos, capturados por tu sonrisa nos contemplan quietos, atentos, con el leve rubor de la extrañeza. No esperaban tu entrada y, como yo, han sido sorprendidos en la medianoche de los sueños. El tiempo ha quedado detenido, suspendido en la burbuja, recogido entre los pliegues del blanco que nos acoge un día más.