Recorro baldosas azules. Geografío el espacio y en bucle rodeo la columna gris con la pretensión de dibujar una espiral. Entreveo dos o tres infinitos fijados en sigiloso silencio en mi cuerpo, cosmogonía en movimiento, se ubican en la misma paradoja de siempre. Interpelada sin palabras, advierto una pequeña vibración, sin nombre, viviendo en el esternón. Lentamente empieza a agitarse en trayectoria errante, asciende y desciende removiéndolo todo, hasta llegar a los rincones sin memoria. Despoblada de absolutos, se inicia la revolución entre los entresijos taciturnos y la materia se desploma, cae deshecha al pavimento y desaparezco. Y aún así me miras.