Cuando quieres regresar al sur intentas leer todos los hilos dorados que has ido tejiendo y trenzando detenidamente. Las palabras se convirtieron en tu salvaguarda, en ese filamento quebradizo que te permite fijar vivencias, imágenes, anhelos y fantasías para trazar el momento, ese del que sueles escribir, el preciso. Vuelves al sur para fisgar entre todas las líneas que habías olvidado, no sabes muy bien porqué.
Sí. Lo sabes ahora, sabes de la pérdida, aunque no seas capaz de rememorarla con toda la nitidez y todo se entremezcle en esa amalgama de colores imposibles de recitar. Pero retomas el camino del cangrejo que deambula hacia atrás y también sientes una ternura infinita. Te miras y la ves. Pequeña. Rebuscas en todos los cajones posibles y encuentras dos palabras que te definen. Ni tan siquiera recuerdas si alguna vez fueron pronunciadas. Es posible. A pesar de la desmemoria sabes que eran para ti. Tu eras y eres esa cosa pequeña, ínfima, casi nada y todo a la vez. Céfiro sopla y vuelas entre todas las formas posibles por descubrir. Vuelves al sur, rebuscas en las palabras y encuentras…