Dices Céfiro y crees que todo se detiene en ese instante. Miras alrededor en busca de la cifra, y desolada compruebas que alguien te despojó del secreto, de la cifra y de Céfiro. Quedaste, igualmente un instante, como sin palabras. Bóreas te sonríe mientras el invierno aborda tu corazón, la tormenta está pronta en llegar.
Creíste poseer el secreto, creíste que el instante podía perdurar, creíste una vez más. Y la tormenta estalla. Buscas refugio en tu laberinto, buscas que amaine el temporal y encuentras la maraña de cifras y secretos despojados. Entre muchos hallas aquel que robaste una mañana otoñal; el que sustrajiste, hace ya algunos años, como sin querer; encuentras muchas cifras y millones de palabras: tranquilidad, miedo, dolor, placidez, sosiego, congoja, ahogo, prisión, pasión, cariño, ternura, risa…
Cosechas las palabras, cosechas las cifras y los secretos para guardarlos entre cuatro paredes doradas en fondo rojo. Allí estarán hasta el próximo temporal, volveré seguro al laberinto y volveré una vez más a cosechar. Así se llenan los instantes.
Yo no puedo cosechar en tu laberinto, pero sí me gustaría regalarte una cajita roja, de paredes doradas donde puedes, si lo deseas, guardar tus cifras, tus palabras, tus secretos. Si te falta espacio, en mi baúl queda algún cajón.