Pliegue a pliegue descubro el mapa de los presagios. Dieciséis líneas se cruzan entre los páramos del papel y las resigo suavemente con las yemas acariciando texturas infinitas. Como sin querer, me he perdido en un bosque espeso, entre perplejidades, incertidumbres y anhelos.
¿Cómo he llegado hasta aquí?
Contemplo todos los verdes posibles que se descubren a mi paso, aunque sigo inmóvil, clavada en ese espacio minúsculo que me separa de ti. ¿Quizás olvidé tu rostro? ¿O ni siquiera lo conozco? Dejo de preguntar para seguir habitando la oquedad y pliego a pliego cerrar el mapa. Escribo enigmas con tinta azulada y lo guardo en el tercer cajón de mis bagajes. Quizás, cuando lo descubras, tan sólo indique una dirección.