Hoy sí, hoy se escucha el silencio en una hora inusualmente extraña. Todo es quietud. Como si hubieses despertado en el intermedio de un sueño insólito y misterioso. El sonido del silencio te lleva al momento preciso en que vivías en una de las arterias de tu antigua ciudad. Era maravilloso percibir el silencio. Te quedabas quieta, expectante, disfrutando como si oyeses a la orquesta de Cage. Sí. No habitas la casa donde crecieron tus primeras plantas, pero ellas te acompañan aun, adaptándose a tus nuevas geografías, se adaptan todas a los instantes por vivir. Como tú. Como todas. Caminas, no dejas de caminar a pesar de todo. Corres, saltas, botas y rebotas como la esfera brillante que seguías en esa dimensión que nadie mas que tu podía transitar.
El recuerdo te lleva a la puerta de casa, tu casa, el único lugar donde siempre vuelves. La de siempre. Allí está tu madre abriendo la puerta y te ves soñando con la esfera imaginaria justo en el escalón en el rellano de entrada. También era un momento de silencio, estaba allí, pero no, viajabas por el inter espacio siguiendo a la bola blanca luminosa. Mirando el infinito que no te cabe aún en la cabeza. Eras tan pequeña… eres tan pequeña respecto a esa medida. Siempre te calculas en relación con tu planeta y el todo inimaginable. Eres tan diminuta como cualquiera en derredor. El mundo en relación al todo es diminuto, ¿qué vas a ser tú entonces?. Casi insignificante. Y, aún así, significas. Mides la magnitud y sonríes.