Por fin se llena todo de primaveras, los silencios apagados poco a poco se van despertando, giran hacía la izquierda, luego a la derecha, un poco perezosos aún. La casa se llena de sonidos y olores conocidos desde hace algunos años. ¿Cuánto tiempo he dormido? Si creyese en los cuentos creería ser protagonista, todavía me siento un poco somnolienta. Logro por fin levantar y me dirijo hacía la cocina, algunos ingredientes hace tiempo que esperan ser cocinados. No todos me sirven, algunos, distribuidos en sus estantes, han caducado. Ahora sí, no me queda más remedio que encomiarlos a que se arrojen al precipicio. Me despido. Desprendida de ellos, sujeto mis utensilios y elaboro uno de aquellos platos, que tanto me gustan, de horas y horas de complicación, de sonidos de trasteo, de batir de alas. Me gusta batir las alas. Sí, decididamente estoy en el entretiempo, bajo a la calle sabiendo que no estás, ni estarás. Ahora ya estoy despierta del todo, un pequeño gesto irriga mi rostro. Sí, sonrío y camino.