Precioso y terrible

El caos es terrible y precioso, ubicado en ese linde desdibujado de cualquier pulsión vital, indefinido en el cajón donde tratas de guardar los instantes. Se escapan de la geometría exacta del cálculo que mides una y otra vez. Es desordenado. Como el armario del cambio de estación.
Sí.
Pero…
Es, también o además, el magma espeso que invita a huir, a tomarlo entre las yemas para modelar pretéritos imperfectos de porvenires anónimos.
Lugar de encuentro.
Lugar de la pérdida.
Lo que no podemos precisar, mesurar, delimitar, acotar, circunscribir, cercar, concretar en cada uno de los sinónimos que puedas escribir y describir.
Es.
Terrible si esperas que todo tenga un nombre, un término, un lugar donde siempre hallar la respuesta perfecta, la línea que define y marca el itinerario, el lugar correcto.
Es.
Precioso cuando puedes formular la pregunta, dibujar la indefinición, imaginar el espacio, inventar nombres y situarte sin anclar el navío.
Un trayecto sin bitácora.
El anhelo de abrir de nuevas rutas, crear cartas de navegación ignotas, jugar en lugares desconocidos y descubrir nuevos perfiles que no podías vislumbrar.
Es.
Precioso y terrible, a la vez, en cualquiera de sus formas.
¿Invertimos los términos?
Es.
Terrible y precioso, a la vez, en cualquiera de sus formas.
¿Eres?