Nuevos mapas a marcar

Lo has hecho, has saltado una vez más. Sabiendo del caos, del intermezzo de esa danza que lo revuelve todo, de las interrogaciones entre las dudas, de las cajas que si sitúan en lindes.
Saltas.
Nadas, siempre nadas hacia el norte, hacia la promesa de un nuevo florecer justo en el medio de una línea recta, sin mirar atrás. Brazada tras brazada el mar se va calmando y dejas de surfear las olas. El horizonte, lentamente se dibuja y los perfiles se quedan quietos. Como en calma. Saboreas la placidez y emerges entre el azul de las aguas que te acogen. Todavía te sientes un tanto desubicada pero conoces tu habilidad de dibujar mapas. Lo crearás una vez más y marcarás un punto del bermellón que acostumbras. Oirás el eco reverberando pretéritos y, como siempre, se dibujará una sonrisa en tu rostro y darás las gracias. Gracias a las personas que facilitaron el paso de un noviembre de forma dulce para hallar al jardín que calmó tus ansias y la casa blanca que mira al mar.
Contemplas ahora tu vergel de interior, al más antiguo y al que ocupa un nuevo lugar. Sí, a ese que te explica. Le recitas el ensalmo de bienvenida y abres la puerta.