Interregno

Hoy la primavera ha cruzado el umbral, se ha presentado lejana y sonriente y, hasta se podría decir que divertida. Céfiro se ha instalado en el balcón para susurrar bellas palabras de aliento. Hoy. No es ni más ni menos que un día más en el calendario, y, sin embargo, alguien ha recordado la fábrica, ésta fábrica, sí, la de memorias. ¿Hace tiempo que no escribes?. Hoy me he acordado de ella.

Sí, es cierto, los días van pasando, así como de puntillas y me olvido de la carpeta de las palabras que custodia el disco duro, del documento con nombre propio: momentos precisos. No recuerdo la fecha exacta en la que abrí, por última vez, el espacio digital que las contiene. Abro el espacio digital. El siete se abre de par en par para mostrar un letargo más que invernal. Siete meses. Me dirigo hacía la carpeta de las palabras, abro el documento y leo que justo antes del casi medio siglo escribí, pero el pequeño texto se quedó en la guarida de las palabras que no viajan alegres y confiadas. Las dejo en el reposo que me demandan. No son las únicas que, voluntariamente, quiere residir allí.

¿Cómo te has acordado de la fábrica? No sé… ha sido así, de esa forma en que los pensamientos se presentan, a veces, como en revelación. Pero el momento es, en cierta forma, extraordinario, eso he pensado. Separemos la palabra: extra-ordinario. Vuelvo a la etimología. Hay cosas que no cambian. “Extra”, el vocablo procede del latín y quiere decir además de o fuera de. El término, junto a lo ordinario, la conjunción de palabras que marca el orden de las cosas, suma y sale de cada uno de los instantes en los que solemos deambular. Como equilibristas.

Me encuentro paseando entre los confines de unos metros que delimitan mi hogar, pero no me angustia. Me sitúo. Estás encerrada por un decreto impensable del itinerario habitual que marcan tus pasos. Pero, aún así, estás tranquila, tanto, como si vivir en un interregno pausado y extraño te deje un espacio abierto donde respirar. Respiras. Una y otra vez. Abres la ventana, miras la extrañeza cara a cara y piensas en las demás personas. Aquellas que, de una forma u otra, forman parte de ti. El dibujo, con formas insólitas, te hace sentir afortunada. Con todo lo que conlleva ser cercano a esa casualidad, a la suerte de ser quien eres y nacer en un espacio y tiempo concreto. La fortuna.

Tienes los confines de tu casa, las horas transcurren con pocas diferencias y puedes respirar tranquilamente. Vuelves a respirar. Cómo será para… No habrías podido imaginarlo jamás, aunque quizás lo hayas leído en libros, solo lo puedes vivir, como tantas otras cosas en el interregno del transitar. Sigues confinada y escribes para la fábrica mientras recuerdas que la palabra interregno la aprendiste del Tiempo líquido de Zygmunt Bauman.