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Entre puentes y dientes

Hay días en los que Morey resuena en mi cabeza -cerebro, pensamiento-, llámale como prefieras. Resuena, porqué él, la suele concretar, como una ciudad. A veces es la ciudad de la congoja, a veces el lugar donde coinciden todos los mundos posibles. Hoy mi cabeza es el lugar donde coinciden todas sus calles y plazas. Hoy, como muchos otros días he cruzado el puente que separa la ciudad vieja, de la nueva ciudad. Y, en ese cruce de universos, he saludado –como muchos otros días- a una persona que se acercaba a mi. Hoy, pero, he parado, en mitad del puente. Es, si duda, un punto de encuentro para mi, el cruce de dos espacios, el intermedio. Siempre -en muchas ocasiones para no exagerar-, encuentro a alguien en ese intervalo. Tan sólo se trata de cruzar, de caminar con sol, lluvia o nieve. Avanzar entre una y otra orilla. Sueño asiduamente con puentes –de todo tipo-, los he pintado, simbolizado y cruzado de ciudad a ciudad.

Con ese pensamiento he estado jugando gran parte de la tarde. Justo hasta el momento en que ha empezado a despertar el dolor de mi dientes maltrechos –los odontólogos, ya se sabe-. Estaban insensibilizados con una inyección milagrosa, no he sentido ningún dolor, solo faltaría. Aún así, en el no-dolor, he estado deseando volver a sentir mis labios, mi nariz, mis formas deformadas por un fluido adormecedor. Cuando ha despuntado el primer malestar, he dudado unos minutos, no sé si horas: qué prefiero Mi cabeza, lugar de todos los mundos posibles, no sabía decidirse entre el dolor y la percepción de hallarse fuera de su cuerpo. Han pasado varías horas ya, el dolor poco a poco ha ido desvaneciéndose, a pesar de algún resquicio abierto. Y, en el resquicio, creo que prefiriendo el dolor a la insensibilidad. Aunque es posible que me tome un ibuprofeno para poder dormir.

Hoy mi cabeza, parece encontrar en cualquier nimiedad un mundo posible donde habitar por una cosecha.