¿Cuántos horizontes hay?

Mil horizontes se alzan en derredor mientras navego entre las aguas. El paisaje, bello y magnífico, es, a la vez, abrumador entre las líneas que se dibujan en los confines. Son tantos los trazos que me gustaría abordar como la pirata de un cuento no escrito. Caminar como una funambulista, siguiendo el color que me susurra, y que me cautiva en el punto exacto y preciso mientras se desplaza por el mismo plano. Voy al abordaje del límite. Me sitúo, estudio, lo miro, lo palpo y recorro su itinerario no siempre perfecto y completo. Estoy sobre él, transitando tranquilamente el trayecto cuando descubro que es un linde, una frontera que abre a otro contorno que no conozco. ¿Vuelvo a abordar? ¿Salto?

Sí. Ya estoy en otra andana. Es sinuosa y divertida. A veces el horizonte se presenta así y juegas, ríes y te deslizas cayendo en un infinito porvenir. Sabes que el serpentear que te divierte no es perenne, pero vuelves a reír una vez más antes de entrar en ese segmento que te coloca ante la rectitud matemática que jamás te podrá explicar. ¿Cuántos horizontes se dibujaban?