Mariposas que vuelan

Debería hacer calor aquí adentro, cubierta por la trasparente seda, pacientemente tejida. Debería hacer calor, pero siento frío. Crisálida en la oquedad rugosa rememoro lo no nato, entelada la visión no alcanzo a vislumbrar, no logro.. ¿Cuánto tiempo se necesitará para salir de aquí? ¿No son demasiados años?

Lucho contra los filamentos que me traban, combato una, dos, tres batallas perdidas. En ofensiva contra mi misma, tan sólo logro quedar más y más atraída por la maraña protectora.

Probaré a deslizarme, lentamente, suavemente evaporarme. ¿Dispersarme?

Así, me desvanezco entre la bruma de la primavera y siento el calor de tu mirada. Mariposas que vuelan. Franqueas el umbral de la noche pausadamente y la originaria risa cruza corriendo bajo la puerta, inscribes tu piel en la mía y nuestros perfiles juegan a las sombras chinas. Esbozamos mariposas que vuelan sobre la pared blanca. Una y otra vez, hasta que rompe el día y así me duermo suave, recorriendo, perfilando, apurando todavía los últimos instantes de luz.

Mariposas que vuelan.

Cuando andrea me pregunta

Cuando Andrea me preguntó ¿Qué se siente al estar enamorada?, me sorprendió. No tanto por la pregunta expresada por una niña, sino porqué yo misma, no tan niña, llevaba unos días formulándola en voz baja. ¿Existe en realidad el enamoramiento?, ¿Cuánto hay de real?¿cuanto hay de imaginado? ¿Dónde está esa frontera imaginaria que nos hace sentir y emocionarnos? ¿¿¿¿????

De repente, repensando en las palabras… La ciencia, claro, esa religión legitimada en nuestro tiempo, me dará una respuesta. ¡!Cómo no se me ocurrió¡¡. Debió ser por lo contradictorio que me resulta. Algo tan cerebral, tan metódico, de hipótesis universalistas no puede ser compatible con el corazón. ¿corazón?

Esta es una pregunta para Google, indudablemente; y escribo en la barra del navegador: enamoramiento ciencia. La búsqueda nos consigue 157.000 posibles respuestas. Repaso unos cuantos artículos y todos llevan (más o menos,- que de todo hay-) a las mismas conclusiones:

“Enamorarse tiene dos componentes -dice Lewis-: la atracción sexual que probablemente tenga una base química y la compatibilidad emocional entre dos personas cuyos patrones emocionales formados desde la infancia coinciden fuertemente.”1

La dualidad (una vez más). Con lo maravilloso que es lo plural… en fin. De los dos componentes: la atracción sexual y la compatibilidad emocional, creo me preocupa más el segundo. La primera bajo los efectos de la química es, como mucho, la pérdida de unas cuantas feniletilaminas, acumuladas en el cerebro y el trabajo de unos cuantos neurotransmisores que van como locos por todo el cuerpo. Tienen el tiempo contado, dicen los expertos, que puede ser semanas o meses, a lo sumo unos años. Pero lo de la compatibilidad pasa por un patrón. ¡¡madre mía!! y para toda la vida.

“El sexólogo John Money considera que los niños desarrollan esos mapas entre los 5 y 8 años de edad como resultado de asociaciones con miembros de su familia, con amigos, con experiencias y hechos fortuitos. Así pues antes de que el verdadero amor llame a nuestra puerta el sujeto ya ha elaborado los rasgos esenciales de la persona ideal a quien amar”.2

¡¡Oh No¡¡ ¿Me habré cartografiado un mapa erróneo? ¿Qué especie de patrón tengo? ¿Que hacía yo entre los cinco y ocho años?

A ver, recuerda, con mi familia: me duplico, triplico (en esos años vivía en tres casas a la vez), tenía tres familias a la vez… (empezamos bien¡¡); los amigos: todo el día callejeando con una mala idea en la cabeza (seguimos mejorando); las experiencias: una niña que mira desde las mesas del final de la clase, que ríe, juega e imagina un mundo más allá de la realidad (ya puedo echarme a temblar); Y, por último, el hecho fortuito: que la niña que se enamoró del solitario, raro y extraño Juan. El chico moreno llegado de Murcia y que un día volvió ha marchar hacía otro lugar que ya olvidé.

Ahora sí, ahora ya puedo ver clara mi doble condena: por la química (de tres años y un día) y por mi patrón: con más de una familia, todo el día callejeando y con el más raro del lugar (la cadena perpetua). -No sé si me acaba de consolar la ciencia-

Menos mal que me queda la risa y el gusto por mirar, que me sigue gustando callejear, que me divierte ir de casa en casa y que el mundo está lleno de infinitos personajes solitarios y extraños.

[1] Para quien le interese todo el artículo: http://club25.wordpress.com/2006/02/14/la-ciencia-intenta-explicar-los-mecanismos-del-enamoramiento/

Otro más: http://centros5.pntic.mec.es/ies.victoria.kent/Rincon-C/Curiosid/Rc-51.htm

Dices Céfiro

Dices Céfiro y crees que todo se detiene en ese instante. Miras alrededor en busca de la cifra, y desolada compruebas que alguien te despojó del secreto, de la cifra y de Céfiro. Quedaste, igualmente un instante, como sin palabras. Bóreas te sonríe mientras el invierno aborda tu corazón, la tormenta está pronta en llegar.

Creíste poseer el secreto, creíste que el instante podía perdurar, creíste una vez más. Y la tormenta estalla. Buscas refugio en tu laberinto, buscas que amaine el temporal y encuentras la maraña de cifras y secretos despojados. Entre muchos hallas aquel que robaste una mañana otoñal; el que sustrajiste, hace ya algunos años, como sin querer; encuentras muchas cifras y millones de palabras: tranquilidad, miedo, dolor, placidez, sosiego, congoja, ahogo, prisión, pasión, cariño, ternura, risa…

Cosechas las palabras, cosechas las cifras y los secretos para guardarlos entre cuatro paredes doradas en fondo rojo. Allí estarán hasta el próximo temporal, volveré seguro al laberinto y volveré una vez más a cosechar. Así se llenan los instantes.

Yo no puedo cosechar en tu laberinto, pero sí me gustaría regalarte una cajita roja, de paredes doradas donde puedes, si lo deseas, guardar tus cifras, tus palabras, tus secretos. Si te falta espacio, en mi baúl queda algún cajón.