Cartas de navegación

Llevas unos días pensado que has de cerrar las grietas de la terraza del jardín. Se han vuelto a abrir, la naturaleza siempre se abre paso, una y otra vez. Compras el cemento y lo sitúas justo en la puerta de entrada del comedor. Pasan algunos días y pasas saltando entre los resquicios. Miras la grieta. Sabes que se irá abriendo tan delicadamente como tú transitas. Llega el domingo de calma, abres la puerta, llenas de agua el cubo rosa y mezclas la mixtura en el azul. Te sitúas más allá del mediodía, diluyes las partículas grises y con la paleta, como si pintases juegas a tapar la cicatriz del espacio.

Te imaginas, por un momento que la línea que atraviesa el pavimento es parte de ti. Tú eres ahora el territorio atravesado. Y descubres todas las grietas, socavones y pequeñas incisiones que te recorren por dentro. Y juegas a cerrar, a curar, sabiendo que esas líneas y concavidades te pertenecen. Eres tu. Que la naturaleza siempre se abre paso. Pero también sabes que, de vez en cuando, es necesario cerrar, sellar, terminar y alisar la geografía por la que caminas. Quieres pasear sin trastabillar y para ello, has de disponer de nuevos mapas. Crear la carta de navegación. Has gastado los cinco litros y quedan algunas fisuras. Nada se hace en un día.